Extraído de la novela de Tim Severin,VIKINGO, que cuenta en primera persona la saga de Thorgils Leiffson,hijo de Leif Erikson y nieto de Erik el Rojo.
"A lo largo de mis setenta años de vida he observado que el cristianismo presume de una humildad y mansedumbre que superan todos los obstáculos, y la palabra del Señor debe difundirse mediante el ejemplo y el sufrimiento. Sin embargo, me he percatado de que en la práctica la mayoría de los pueblos del norte se convirtieron a esa creencia supuestamente pacífica bajo la amenaza de la espada y el hacha barbada,que es nuestra arma favorita.
Por supuesto, hubo auténticos mártires de la fe del Cristo Blanco,como solía llamarla nuestro pueblo.Los rústicos granjeros de las estepas decapitaron a algunos sacerdotes testarudos,pero eso se debió a un exceso de beligerancia ebria más que al celo pagano, y las victimas fueron apenas un puñado,comparadas con los mártires de las Antiguas Costumbres a los que el rey Olaf embaucó,amenazó,hostigó y ejecutó porque se negaron a convertirse o no lo hicieron con la premura suficiente.
Para ellos la palabra del Señor llegó en un torrente de sangre, de modo que no es de extrañar que resultara sencillo explicar la violencia que había profetizado el cataclismo del milenio".